He ahí los rostros soñolientos, las miradas perdidas, los niños aburridos, atados, sometidos. Un sistema educativo mexicano que no avanza ni aún con la afamada Reforma Educativa. Quedando muy lejos de lo que tanto se adulaba. Del motor que intentaba ser. Del cambio que pretendía proyectar y que hoy solo ratifica, como desde hace 15 años, que México no sabe sumar, restar, multiplicar, dividir ni leer. ¿Y como podría hacerlo si el Secretario de Educación Pública pronuncia "ler"? ¿Y con qué ejemplo si Enrique Peña Nieto confunde capitales, estados y no conoce las secretarías que integran su gobierno? ¿Cómo si al Secretario de SEDESOL no le cuadran los números?
Es cierto que las pruebas estandarizadas no muestran el potencial que puede tener un niño. Pero también es cierto que la lectura es básica en cualquier campo que se quiera desempeñar y que las operaciones básicas son muy básicas para desenvolverse en cualquier entorno. Así que podemos dejar a un lado ciencias pero no podemos avanzar con un país que no lee ni mucho menos con una nación que no sabe resolver problemas matemáticos básicos. Y de ahí el que tengamos un modelo financiero que nadie entiende. Y de ahí que no se tenga interés en los presupuestos de ingresos y egresos para incidir en la forma que se gastan nuestros recursos, esos que son de todos los mexicanos y no solo de los funcionarios.
Generación tras generación, los niños, adolescentes y jóvenes han sido educados para servir a otros y olvidarse de ellos mismos. Han aprendido a ser súbditos de un esquema que no los beneficia. A creer que el éxito radica en las licenciaturas, maestrías o doctorados. A pensar que vivimos en un mundo homogéneo con contextos iguales. ¡Vaya mentira! Ciclo escolar tras ciclo escolar se regresa a clases y de nuevo a la rutina. Esa que en la vida adulta solo tomará modos distintos pero creará, aún más, una cotidianidad insignificante y deprimente. Trabajando para obtener un sueldo. No viendo al dinero como un medio sino como un fin. Lo peor, que la mayoría aun no entiende que ese dinero solo es divisa y muy pronto no tendrá valor alguno. Pero no hay espacio para cuestionar. No hay momento para la duda. Se acata. Se obedece. La memoria se llena de datos inhertes para después enseñarlos a los demás y volver a empezar el ciclo. Una y otra vez.
Repetimos celebraciones en fechas donde muchas veces desconocemos el contexto de la ocasión y la historia tras lo que se nos enseñó en la escuela primaria. Y es que no tomamos a nuestro pasado como aprendizaje sino como una simple y tediosa memorización. Vanagloriando a héroes creados por el partido en el poder. Olvidando que no solo hemos sido víctima sino también victimarios. Ensalzando muros desde nuestra mente. Proyectando estereotipos desde la escuela. Promoviendo la violencia desde la docencia. Instruyendo en la forma y modo que los empleadores quieren y no como cada alumno necesita, de acuerdo a sus habilidades y entorno.
Se pronuncian pliegos petitorios sobre derechos docentes pero no sobre brechas educacionales. No más allá de infraestructura y recursos financieros. Hoy se requiere voltear a ver el contenido obsoleto, falso y muchas veces confuso que se sigue, como desde hace décadas, promoviendo en las aulas. Hoy se requieren maestros rebeldes que no sigan con un plan de estudios que termina perjudicando al alumno y metiendo conocimiento que no utilizará en su vida. Hoy se requieren padres de familia que exijan y propongan una mejor educación para sus hijos. Que vean a las escuelas como espacios para el aprendizaje y no como guarderías. Hoy se requieren secretarios de educación que tengan conocimiento sobre educación y no políticos cuyo único mérito sea la cercanía con el ejecutivo federal o estatal.
El futuro nos alcanza y el pasado nos persigue. La proclamación de una instrucción más acorde a nuestro tiempo tendrá que venir desde todos aquellos que nos apasiona y nos preocupa el cómo están siendo mal educados millones de alumnos. Habrá que romper las cadenas esclavizadoras y derrumbar las murallas que han encerrado y sometido a la educación como una moneda de cambio. Como un trampolín para un mejor puesto. Como una salida de la clase baja. Como un espacio vacío de encarcelamiento. Porque el mundo no nos va a esperar. Y porque solo con la educación podremos construir las bases de una nación vanguardista, fiel a sus raíces pero también observando el futuro que durante mucho tiempo se nos ha robado. Porque para transformar, primero habrá que educar.
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