En colaboración con Jennifer Serna.
"El hombre es, por naturaleza, un animal político", señaló Aristóteles. Esa naturaleza se desliza suavemente en el campo de batalla donde se combate por llegar al recinto sagrado, en el cual se decide por toda una comunidad, un distrito, un estado o una nación. Dialogar, negociar o endeudarse tiene un tono peculiar en ese recinto. Uno dialoga pero todos acatan. Uno negocia pero todos son parte del trato. Uno se endeuda pero todos pagan. No es sencillo aplicar medidas por medio de las cuales la retribución económica es nula y la única recompensa es la satisfacción moral.
Las opiniones se toman en cuenta en los altos mandos sin percatarse de las necesidades individuales de quienes les han otorgado ese poder. He allí las cortinas de telas finas que cubren el realismo. Ese que para muchos solo toma forma en la estética de un México con diversidad cultural, la cual es elogiada desde el extranjero. Los muros son construidos y no precisamente por Donald Trump. Estos marcan las fronteras entre mexicanos con derechos plasmados en la constitución y mexicanos con privilegios otorgados por la institución en que laboran, ya sean ellos o sus familiares, amigos, compadres, compañeros de partido, leales guaruras al servicio del poder. Ante ello la enorme carga de la esperanza es depositada en una sola persona.
"El hombre es, por naturaleza, un animal político", señaló Aristóteles. Esa naturaleza se desliza suavemente en el campo de batalla donde se combate por llegar al recinto sagrado, en el cual se decide por toda una comunidad, un distrito, un estado o una nación. Dialogar, negociar o endeudarse tiene un tono peculiar en ese recinto. Uno dialoga pero todos acatan. Uno negocia pero todos son parte del trato. Uno se endeuda pero todos pagan. No es sencillo aplicar medidas por medio de las cuales la retribución económica es nula y la única recompensa es la satisfacción moral.
Las opiniones se toman en cuenta en los altos mandos sin percatarse de las necesidades individuales de quienes les han otorgado ese poder. He allí las cortinas de telas finas que cubren el realismo. Ese que para muchos solo toma forma en la estética de un México con diversidad cultural, la cual es elogiada desde el extranjero. Los muros son construidos y no precisamente por Donald Trump. Estos marcan las fronteras entre mexicanos con derechos plasmados en la constitución y mexicanos con privilegios otorgados por la institución en que laboran, ya sean ellos o sus familiares, amigos, compadres, compañeros de partido, leales guaruras al servicio del poder. Ante ello la enorme carga de la esperanza es depositada en una sola persona.
Esperamos que venga un líder a cambiar el trasfondo de gobiernos corruptos sin participar en el proceso de encaminarlo al logro del bienestar social. Apoyamos a un puñado de políticos para abalanzarse entre sí, desfigurándose, haciéndolos corruptibles para después olvidarnos del propósito inicial: El cambio. Más allá de figuras mesiánicas. Más allá de candidaturas independientes o indígenas. Apostar por la transformación.
Una transformación que no es posible sin la colaboración de aquellos que la desean. La participación de los individuos es indispensable para la formación de un futuro igualitario, contribuyendo en cada uno de los aspectos más afectados de nuestro entorno social para lograr nuestro beneficio. No solo observando los datos macroeconómicos. Palpar las desigualdades que han sido tejidas por aquellos que acumulan el capital con el esfuerzo y sudor de cada mexicano que se conforma con una seguridad social mediocre. Dejar la huella que marque el inicio de una identidad que ha decidido liberarse de un pasado tortuoso para mejorar el porvenir moldeando hombres libres y vanguardistas que custodien la armonía comunitaria.
Nuestras voces deben ser escuchadas a favor de la democracia, una donde la población sea la que elija a hombres y mujeres que realmente representen los intereses de quienes confiamos el poder de todos nosotros. Debemos responsabilizarnos por nuestro sistema político y reformarlo con la participación democrática de quienes lo conformamos. Maldecir las cenizas que se van evaporando hasta volver como lluvia de azufre desde el rojo cielo no es una opción viable. Optar por el refugio, cubiertos con una manta y tomando un café, tampoco.
El cansancio nos ha hecho desfallecer y dejar de creer provocando la apatía política. Pero ha hecho que como mexicanos, aquellos que hemos visto el horizonte perturbador que se presenta ante nuestros ojos tengamos la voluntad de cambiar el rumbo, pues los malos tratos de una democracia insensible al descontento social nos han hecho unir fuerzas para cambiar la inercia de un sistema que ha fallado: ser factores de lo que ansiamos para contribuir a llevar nuestra democracia a tiempos mejores. Donde las comunidades originarias participen en la toma de decisiones para mejorar y orientar a nuestra sociedad a luchar juntos sin desilusionarnos por el panorama político ya que aún podemos cambiarlo. Ya que, como diría Platón: "El precio de desentenderse de la política es el ser gobernado por los peores hombres."
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