LA INDEPENDENCIA QUE NO LLEGA

Los fuegos artificiales ya están listos. Los adornos tricolores se han adueñado de las calles y de las oficinas gubernamentales. Las cenas se preparan, excepto la de Los Pinos. Y ahí el fondo existente para todas las administraciones locales y estatales para preparar la tradicional fiesta mexicana. Esa fiesta que es una de tantas y funciona como mero vínculo entre la esencia fiestera y el derroche. La armonía primermundista inexplicable en un país que se cae a pedazos.

Mientras tanto a 205 años nuestra independencia no llega. Hoy somos más dependientes que nunca, empezando por nuestra deuda tanto interna como externa. Seguimos bailando con el petróleo aunque ya no de cachetito. Pero ahí estamos, ya no abrazando los barriles sino queriendo venderlos a como de lugar en plena crisis petrolera. Cuan inteligentes, una vez más, nuestros brillantes economistas. Nuestro genio Secretario de Hacienda, Luis Videgaray, ve como su candidatura anunciada junto a la de Osorio Chong van rumbo al precipicio.

Y lo peor de todo: ese patriotismo malentendido. Los niños son enseñados a colorear figuras de héroes muertos. Comprando las monografías de la independencia y las biografías de aquellos que nos dieron patria, y haciendo resúmenes de estas. Como diría Denise Dresser: aprendiendo todo acerca de los héroes que nos dieron patria, pero no se les enseña como ser ciudadanos activos en esa patria. Así pasamos a ser patrioteros, una combinación entre patriotas y fiesteros. Aunque lo patriota sea una justificación y un malentendido a partir de las novelas que nos hicieron creer, eran nuestras historias nacionales.


¿Cómo pudo un cambio en el poder de los españoles a los criollos ser motivo suficiente de una fiesta nacional? Quizá por los actores involucrados: la burguesía, el ejército y la poderosa Iglesia Católica. Suficientes para moldear a su gusto lo que hoy nos indican nuestros libros de texto gratuito. Suficientes para llevar a la pantalla chica y grande las historias de heroísmo y victimización. Suficientes para que hoy las celebraciones vayan más allá de la iglesia cuyo poder reside en El Vaticano y se extienda a otras más.

Ahí participando no como actores sino como simples partícipes. Participando no en la cancha de juego sino desde las gradas. Ahí adulando a nuestros mandatarios. Ahí dando el grito de una libertad que no tenemos. De unas instituciones extractivas tal cual como existían hace 205 años. El esclavismo se hizo legal. El intelecto de los depredadores arrasó con la ignorancia de aquellos a quienes así educaron. Y los virreyes solo adoptaron nuevas denominaciones para disfrazar el efecto que traía consigo al dejar al descubierto las facultades autoritarias.

La independencia no llega aun. Se nos olvidó que había un proceso, el cual no consistía solo de ganar una batalla sino muchas. Se nos olvidó qué hacer en la pos-independencia. Y se nos sigue olvidando. Un cambio en el poder no traerá consigo un cambio nacional de nuestro desarrollo trunco. Los cambios vendrán tras un proceso de pensar, aterrizar, planear, luchar, ejecutar y mantener. Aquí solo luchamos y omitimos los demás pasos. Nos llevamos por el impulso, que si bien era necesario, no pudimos controlarlo.

El escritor James Baldwin advirtió: los países no son destruidos por la maldad, sino por la debilidad o la flojera. Aquí tenemos ambas. Flojera de empezar y debilidad al momento de seguir. Ese desánimo que nos ha perseguido y hemos dejado que nos persiga. El proceso de independencia que debemos seguir será más difícil de lo que nos podamos imaginar. Pero algún día rendiremos cuentas por este país. Nuestra madre que nos vio nacer dejará de gritar y suplicar que hagamos algo por ella... y morirá. La insurrección comenzará cuando lo patriotero ya no forme parte de nuestra identidad. Cuando comencemos a organizarnos social y no festivamente. Cuando nuestra entrega sea para mejorar nuestro país empezando por nuestra comunidad, en lugar de entregarlo todo al momento de planear la fiesta mexicana. Y el iceberg está cada vez más cerca, mientras el rumbo en dirección a este sigue sin cambiar. Desviar el rumbo, como una necesidad para que la independencia se llegue a concretar.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario