AYOTZINAPA: LA OPORTUNIDAD DESPERDICIADA

Ahí sobre nosotros el pesado silencio. La agonía y el calvario que ha dejado un año. Ahí la carga de la mentira fabricada. Esa oportunidad que se tuvo no solo para despertar conciencias sino comenzar el proceso rumbo al cambio nacional con rumbo progresista. Ese cambio nunca llegó. Nos negamos a aceptar las pésimas estrategias impulsadas y abrir nuestra mente para preparar la batalla campal. No perdimos la lucha con nosotros mismos ya que no la empezamos en ningún momento. Se apoderó el orgullo y sobre todo la ignorancia.

Una y otra vez, en ese círculo vicioso que el grupo de poder planeó los normalistas cayeran. Y lo hicieron. Esa radicalización que propició la falta de apoyo. Esa radicalización que en ningún momento afectó los intereses gubernamentales sino los ciudadanos. Esa radicalización que fluía por la adrenalina de tomar una avenida o un vehículo. Se acopló el chantaje dadivoso y bilateral que solo el gobierno sabe hacer muy bien. Paso a paso, grito a grito, pancarta a pancarta; el odio inferido y la crítica saliente. El impulso incontenido y la euforia desatada. La ciudadanía no existió ni se buscó su existencia. Mientras tanto en Los Pinos la apatía perduraba.

El reclamo que persigue al carro como un perro: no sabe qué hacer si cumple su objetivo. ¿Cómo entender que tantos marchen? Sencillo: utilizando la estrategia de acarreo iniciada por el PRI y mejorada por los normalistas y maestros. Por ello tantas marchas y tan pocas propuestas. Por ello estar en contra de las reformas sin proponer una iniciativa de Ley. Por ello buscar el caos y no la paz. Por ello buscar gritar para desahogarse pero nunca buscar que hacer después del desahogo para no caer en la misma situación. Seguimos en esa rueda de la fortuna dónde no vemos la cima.

Ahí las normales en crisis atrapadas por el juego de la federación. ¿Y quiénes pagan esa crisis? Millones de niños mexicanos que no comprenden lo que leen. Millones de niños mexicanos que no saben manejar las operaciones básicas. Millones de jóvenes que no saben encarar la realidad de su país. Millones de adultos que no saben resolver los problemas de un mundo globalizado y meritocrático.

Ahí nuestro Presidente que se niega a aceptar la realidad nacional. No es casual que no hiciera mención alguna en su informe de gobierno a al tema Ayotzinapa. Y también se le olvidó: Tlatlaya, Apatzingán, Tanhuato, Ostula, la Casa Blanca y la devaluación del peso. Se refugió en el orgullo nacionalista que una absoluta mayoría de los mexicanos tiene y fomenta. De una u otra forma. Como dijera Denise Dresser: México, el país que forma personas orgullosamente nacionalistas pero educativamente atrasadas. Y seguimos lidiando con un pasado que ya no existe.

Contemplamos como pasa lenta y dolorosamente esa oportunidad desperdiciada. Ese presagio que nos ayudaría a limpiar esta nación. Nuevamente el cosmos se acomodó a nuestro favor y lo único que hicimos fue seguir la inercia. Manifestación tras manifestación sin cabildeo. Incluyendo a tantos al momento de las marchas y excluyendo a muchos otros en la hora de las propuestas.

La participación es vital. Pero hoy no requerimos simplemente cantidad sino calidad. Ambas deben ir de la mano. Al conjugar estas tendremos no un movimiento sino una insurrección devastadora y aplastante. No únicamente se trata de salir a la calle y gritar. No únicamente se trata de llevar una pancarta. No únicamente se trata de publicar #Ayotzinapa. No únicamente se trata de recordar que han pasado 365 días. Ya es momento de aprender, de actuar, de crear alianzas, de montar estrategias. Se nos olvidó que esto es una guerra que por el momento vamos perdiendo. Así que no basta con nuestras fuerzas si los objetivos no están claros.

Así pasaron 365 días callados. Así desfiló la impunidad con la máscara de la exoneración. Así pasó de lado la visita del Papa Francisco, a quién se le negó la celebración de una misa en Ayotzinapa, motivo por el cuál no visitó México antes de ir a EU como lo había planeado El Vaticano. Así se escuchó la voz de Jorge Ramos en nuestro país vecino. Así se observó el apoyo del extranjero, principalmente de los medios de comunicación.

Mientras tanto la voz más importante sigue silenciada. La de nuestro interior. Aquella que nosotros mismo con nuestro odio hemos callado. Mientras no contrarrestemos la oscuridad con luz, la primera seguirá existiendo. No solo habitemos sino hagámonos responsables del territorio que nos corresponde. Y esa responsabilidad implica tener control sobre nosotros mismos. Implica actuar con inteligencia. Implica actuar con prudencia. Porque nuestra nación no se merece más sangre. Ya no se puede teñir mas de rojo. El blanco debe imperar.

Resuena  la existencia y se trabaja con cautela. No coordinamos un proyecto común sino los intereses aunados de la propia persona. Resonar lo que unos cuantos quieren silenciar será el modo de informar y convocar. Ese ruido que no perdona. Ese ruido que no olvida pero que tampoco vive con el pasado sin estar en el presente. Ese ruido que no se acaba. Ese ruido que piensa seguir en un futuro esclarecedor. 

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