Los mexicanos que en el 2012 salieron a votar ya no están dispuestos a continuar con un camino similar. Una vereda con pétalos de rosas, con despensas a los costados, con metal acuñado al final del camino. El tiempo pasivo ha hecho que las exigencias, ésta vez, sean otras. Los caprichos han aumentado. El conformismo ha disminuido como reflejo del nulo avance, del retroceso, del estancamiento nacional.
Aquellas personas arraigadas a los partidos con los que crecieron, a los que vieron nacer, por los que marcharon, por los que gritaron, por los que su confianza fue traicionada, salen hoy a las calles agachados, doblegados. Las grandes esperanzas se han transformado en mínimas y el proceso ha cambiado de decisivo a mecánico.
Hoy no elegimos escudriñando a los elegidos, pero quizás nunca lo hemos hecho. La tradición fue instaurada desde tiempos remotos ante un esclavismo que no sería un sometimiento sino el principio de una larga costumbre como medio único de vivencia. Y el Mesías no ha llegado. La derecha ha cedido y ahora se encuentra en disputa por la repartición de lo poco que queda del pastel más que de los intereses e ideales que tanto proclaman ser. La izquierda quiere suicidarse. En un país dónde no se supo como llevar a los pobres a las urnas, si no más como acarrearlos con una despensa, se fue perdiendo la iniciativa para alimentar las filas del movimiento. Cárdenas, Encinas y posiblemente pronto veremos a Ebrard. Ya no solamente han dejado de entender que el alboroto no es lo único que se necesita para transformar. Ahora piensan que podrán vencer en contra de una de las leyes que durante años ha sido la muerte de muchos, la división.
Y así, la violencia en Michoacán, los escándalos políticos, la guerra sucia y lo que sigue de ésta inefacta política lleva a los posibles votantes para que los posibles sean más que los asistentes. Ya no hay remordimiento, ya no hay pecado, ya no existe ni un poco de confianza para que el voto sea el medio de participación ciudadana como medio de poder de un pueblo que no ha asumido lo que le toca asumir.
Seguiremos desconfiando y caminando con el mismo conformismo que nos suele caracterizar. Porque podemos hacer mucho. Así que habrá que esperar a los héroes que hagan eso. Los mexicanos estamos cansados y hemos dejado a un lado la unión pues no podemos tener un trato amable ni con nuestros vecinos. El orgullo ha prevalecido al igual que el pesimismo.. y lo seguirá haciendo mientras nuestro chip nos encamine al océano dónde este barco se hundirá.


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