AYOTZINAPA... ¿HA MUERTO?

No. No voy a hablar de los Premios Óscar. No voy a aludir al patriotismo mexicano que grita y celebra el triunfo de Iñárritu. Respecto de ello, sólo felicito a Alejandro González Iñárritu por su gran trabajo. No estoy de acuerdo con que Birdman sea la mejor película. Mi favorita era, una que no estuvo ni en las nominaciones, Interestelar de Nolan. Y ya por último, necesitamos más discursos para crear un mayor debate como el dicho por el cineasta mexicano al recoger su último premio. No estoy muy de acuerdo, pero creo que palabras similares nos ayudan a no quedarnos dormidos. Pero este no es el tema del artículo. Semanas y meses atrás, varias personas me preguntaron mi opinión del tema Ayotzinapa. A continuación van mis palabras para todas esas personas.

No publiqué ningún artículo relacionado al trending topic de las redes sociales, ya que quería que las personas dejaran de hablar un poco y ver más detenidamente las consecuencias, así como la calma que supuse, llegaría. Hoy el furor en las calles ha bajado. Hoy la molestia, la ingratitud, la incertidumbre y el barullo no soportaron la resistencia de un gobierno que se niega a aceptar la derrota. Un gobierno cuyos escrúpulos que se acredita, no los tiene. Cuyo sistema anti-corrupción es una burla para los mexicanos que claman la veracidad detrás de los carpetazos. 

El hecatombe parece que será otro "2 de octubre". La malicia entrañada no sucumbe ante el alboroto, nuevamente con ideales pero sin mucha idea. El plan perverso de ocultismo se ha apoderado nuevamente, como símbolo del período que busca confirmarnos el autoritarismo anclado a la televisión digital. Esas pantallas dónde veremos la dictadura en alta definición. Cómo diría la nueva canción del grupo mexicano Maná: hay doctrinas y oradores, dictadores sin piedad que gobiernan sin verdad. No sé en qué se habrán basado para su canción. ¿En México? No lo creo.

Las siguientes preguntas son para residentes del DF, Michoacán, Guerrero y Oaxaca. ¿Cuántas veces no hemos visto a normalistas marchando en las calles? ¿Alguna vez los has tachado de delincuentes? ¿Te han causado molestia? ¿En cuántas ocasiones has llegado tarde o incluso, no has podido llegar a tu destino por una manifestación normalista? Si tus respuestas a las preguntas cuantitativas han sido números naturales o si a las preguntas cerradas contestaste que sí, podría decir que no eres normalista o ninguno de tus padres es maestro o maestra. Pero, ¿podríamos llegar al "extremo", sí, extremo de alegrarnos ante un asesinato? Asesinato masivo. Asesinato cuyas órdenes para efectuarlo se dieron desde una casa en la cual se estaba llevando a cabo una fiesta. Cuya decisión fue tomada por personas que en su mayoría no estaban sobrias. Porque esto no es la compra de Whatsapp que ocurrió durante una cena de invierno. Esto no es un capricho de ricos empresarios. Bueno, podríamos quitar la palabra empresarios de la frase anterior y quizás tenga un poco más de lógica. Un poco más de la lógica para los caprichos que se nos dan a través de los impulsos, acompañados del poder que se posee. De la escuela en la que se formaron. De lo que aprendieron del grupo Atlacomulco, de Moreira, de la famiglia Salinas, del patrón Azcárraga.

Ayotzinapa se convirtió en el lábaro para levantar a un pueblo acarreado, dormido, somnoliento. Como diría Denise Dresser: petro-idiotizado. La macana con la cual hemos vivido durante un siglo, sigue tan arraigada a nuestros principios que nuestras propias virtudes se desvanecen. ¿Cómo permitir una melopea tras otra que busca arrullarnos ante el estruendo de la repartición del botín por parte de los elegidos? Ya no digo que de nuestros elegidos, pues hoy la democracia parece haber pasado de obstaculizada a muerta, y lo ha sido por la sociedad misma.



Así que el caso Ayotzinapa quedará.. ¿muerto? Sí. Lamento decepcionarte si esperabas otra respuesta. Pero hoy la inteligencia de los pocos que quedan para lograr algo más a partir de una oportunidad como ésta, simplemente no se puede conjugar con una población que se abruma en una educación deficitaria. He oído hablar recientemente de la revolución que necesitamos, la revolución que debemos... esperar. El problema es precisamente la última palabra. Nos vamos a quedar esperando.


A finales del año pasado utilicé un hashtag muy peculiar; #YoNoSoyAyotzinapa. No era en referencia a estar en contra del asesinato. No era estar en contra de los normalistas. Pero sí de los medios ineficaces utilizados hasta el momento. Ya que el hashtag contrario había sido utilizado en las redes sociales apara conformar el apoyo en torno a los movimientos que se estaban dando. No hemos querido aceptar que hoy las revoluciones ya no se hacen con simples marchas. No es un medio que haga temblar al gobierno. Mucho menos renunciar. Al contrario, los manifestantes se vuelven la carnada ideal para el autoritarismo. Implementar nuevas medidas, nuevos medios, nuevas formas, sería una innovación en el campo de la manifestación con rumbo a una revolución social. Por lo menos, hemos hemos usado las redes sociales. Sin embargo, la organización no será eficiente si antes no nos organizamos nosotros en algo pequeño como para intentar crear algo masivo. Algo masivo del tamaño del dolor de esta nación. Del tamaño del coraje, la angustia, la molestia de la población que busca terminar con el juego que ha prevalecido desde Plutarco Elías Calles.

Y mientras la fe no se restaure mas como un anhelo que como una resistencia esperando lograr algo. Si nos conducimos a una revolución más que un simple llamado. Si los redes sociales son usadas como medio de integración y reflexión mas que de enojo o subjetivismo. Si el interés propio se adueña de nuestros duros corazones más que de las palabras dichas. Podremos resarcir lo poco que nos queda antes de que el jaque mate llegue, no al presidente, sino a nuestro país.

Hoy ya no debemos ansiar un reformismo sino una transformación radical. Las personas mayores a 30 años ya están cansadas porque ellas mismas provocaron su cansancio. No sigamos los mismos pasos. No caigamos en la victimización, en el pesimismo, en el heroísmo patriótico. El cambio no vendrá sino como resultado de un avivamiento secular que nos permita no sólo hacer una lucha, sino saber que hacer cuando esa lucha termine. Saber que hacer con el triunfo en las manos. Saber que hacer con el estandarte recuperado. Saber que hacer cuando nos levanten la mano. Esta vez no podemos desperdiciar otra oportunidad. La historia cíclica no puede seguir más así. Y por ello, desde ahora, crear un plan estratégico y modelar lo que queremos se vuelve fundamental no para ganar una lucha sino para crear el bienestar y la armonía que tanto aclamamos después de que todo acabe. El cambio moverá y no sólo una montaña. Que Aytozinapa muera es hacia dónde nos encaminamos. Que el fuego encienda de nuevo y la antorcha prevalezca hasta el triunfo es una obligación que debemos asumir. 



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