¿QUÉ NOS DIJO EL PAPA Y QUÉ LE DIJIMOS?

Ahí la riqueza del lenguaje en un profundo mensaje. No tan complejo como Juan Pablo II o Benedicto XVI. Ser directo es algo que caracteriza a Francisco. Desde el momento en que pisó suelo mexicano ya estaba limitado. Limitado a hablar de forma general y nada en particular. Limitado a no reunirse con quienes fueran símbolo de la violencia, pederastia o crímenes de Estado. En cambio si aperecerían en su trayecto, político tras político. Hombres coludidos con el crimen organizado.

Certero en su mensaje en Palacio Nacional, al referirse a la clase política mexicana. Describiendo lo que los mexicanos vemos en aquella casta que se asemeja a un principado. Refiriéndose a la corrupción, al narcotráfico, a la violencia, a la injusticia. Mientras los oyentes se hacían que "la virgen les hablaba". Mensaje que entraba por un oído y salía por el otro de cada personaje que se dio cita para escuchar al Jefe de Estado de El Vaticano. De cada amigo de Enrique Peña Nieto y Manlio Fabio Beltrones. La primera línea priísta y la familia de estos. Porque no hubo tiempo en la agenda para recibir a los familiares de los 43 normalistas de Ayotzinapa pero sí para recibir a familias de senadores y miembros del gabinete presidencial.

La no distinción entre clases no fuera un tema proclamado por Francisco. Mientras en cada evento se dejó algo muy claro: la brecha entre la clase política, los empresarios y todos los demás. He ahí en cada lugar a dónde llegó el Papa, un lugar VIP y otro para el pueblo. Ahí las sillas en su visita a Chiapas que en dos palabras dejaban claro la actitud del gobernador. "Familia Velasco", era lo que señalaban varios lugares reservados donde los indígenas chiapanecos no tenían acceso. Mientras en algunos puntos las personas se deshidrataban en otros las personas podían pedir lo que se les antojara. No es cuestión de hablar solamente sino de reflejar las palabras dichas.

Muchos pudieron ver un Ecatepec como nunca antes. Calles pavimentadas, seguridad, sin personas vagando en la vía pública. Toda la basura oculta para no mostrarla a las personas que estarían atentas a las transmisiones. Una ciudad que al menos por unos días pudo gozar de lo que no podrá ni ha podido durante tantos años. Se cubrió este camino sembrado con mentiras. Se pavimentaron los cementerios de periodistas, las calles de desaparecidos. Se disimuló nuestra oscura realidad con fuegos artificiales. Se maquilló nuestro presente claroscuro con coloridos temporales. La máscara con una sonrisa ante un rostro triste y agónico. La simulación que nuestros gobernantes están acostumbrados a hacer año tras año, gobierno tras gobierno, elección tras elección.

El Papa Francisco trajo un mensaje de amor pero también de repudio hacia ciertas prácticas que toman lugar en México. Dejó en claro su visión quedó claro las limitaciones por parte del gobierno de la República a hablar sobre tantos temas. Porque muchos esperamos ahí sentados durante los días de su estadía que pronunciara dos palabras: pederastia y Ayotzinapa. Pero ya vimos que El Vaticano no sabre pronunciarlas cuando se encuentra en suelo mexicano. No hubo tequila pero si un amargo trago de indiferencia por parte del líder católico hacia lo que dice condenar.

Me quedo con sus palabras dedicadas a los políticos. Quiero creer que Francisco no olvidará este viaje. Yo no lo haría tomando en cuenta que es el primer país en dónde me hacen enojar públicamente. Tomando en cuenta la censura en los mensajes. Si lo tuviera enfrente le diría: ¡No seas egoísta Francisco! ¡No seas egoísta! Esperamos que hablaras dos temas que no lo agradecerían 43 sino millones de mexicanos hartos de este régimen compuesto por los políticos a quienes saludaste. Faltos de aliento ante la impotencia que produce tener autoridades que reprenden, que silencian, que asesinan. Espero y desde el lujoso recinto de El Vaticano puedas reflexionar un poco sobre lo que no nos dijiste y nosotros esperábamos lo hicieras. Y no te hagas que "la virgen te habla".

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